domingo, agosto 21, 2011

Fenomenología del chiflido

Curiosa pequeña cosa esa del chiflar… o silbar, como bien habría de corregirme mi Maestro y Gurú. Pero al fin y al cabo, cosa pequeña y grandilocuente esa de producir lo que la Real Academia dice es el silbo: “Sonido agudo que resulta de hacer pasar con fuerza el aire por la boca con los labios fruncidos o con los dedos colocados en ella convenientemente”. Cosa curiosa y útil en extremo, esa de hacer lo que fuere con los labios fruncidos y convenientemente los dedos colocados.

Siendo de usos diversos, tiene el chiflido o silbido procedimientos distintos. Ciertamente se produce al hacer pasar con fuerza aire por la boca y para ello han de emplearse convenientemente los labios o los dedos... o ambos, como en las más conmemorables ocasiones. Pero debe, sin embargo, anotarse con toda pertinencia que ese aire puede hacerse pasar lo mismo mediante exhalación que en inhalación. Hay quien chifla o silba “para fuera” y quien lo hace “para adentro”. Cosas de gustos y costumbres varias.

También es cierto que el paso del aire debe ser fuerte, pero la intensidad de la fuerza puede ser variable. Como en el amor, como en el desamor, como en la vida misma. Hay chiflidos apenas perceptibles, hay otros –en cambio- estrepitosos como estruendos. Los primeros suelen servir para llamar la atención de alguien, los segundos pretenden dirigirse a algunos. Hay actores que, tras bambalinas, se advierten de la entrada en escena con silbidos tersos. Mi Maestro Maisterra me refiere de pueblos españoles que se comunican entre sí, y entre cerro y cerro, a base de chiflido abierto.

También los hay simplemente sonoros, en tanto que otros son sofisticadamente musicales. Uno y otro comunican siempre algo. Los primeros suelen comunicar al emisor con su propia conciencia. Entre ellos se encuentran los que invariablemente emiten los carpinteros al realizar con la lija su labor. Los segundos, comunican o al menos pretenden comunicar al emisor con su receptor. Esos son más parecidos al que produce el ebanista que el del carpintero. Sutilezas encantadoras de las que nadie a dado cuenta tan espléndidamente como el profesor Infante a su amorcito corazón.

De esa forma, lo que comunique el chiflido dependerá del chiflador, pero también del chiflado. Sólo así se consagrará la acción y efecto de comunicarse con un silbo chiflador. Lo mismo las melodías más excelsas con los sentimientos más sublimes, que los mensajes cifrados en distancias terrestres o los chillantes desafíos envueltos en reclamos o francas mentadas de madre.

Y es que el fenómeno del chiflido y su silbido, muchos orígenes y causas persigue y denota. A veces las consigue, a veces no. Pero siempre lo intenta con la premeditación, alevosía y –a veces- ventaja con que se procuran todas aquellas pequeñas pero grandilocuentes cosas para las que es preciso fruncir los labios y colocar convenientemente los dedos.


(Dormingo para ser leído como se escribió: chiflando… y escuchando la freses inmaculada de la versión lounge de Marcela Mangabeira a la rola “Bad Romance” de Lady Gaga… Cool. La viñeta es de la Grande Ana Lucía Solís, Colibrí. Publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán del 21 de agosto del 2011)

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