sábado, julio 31, 2010

Reivindicación de la cama

Pocas cosas tan importantes en la historia de la humanidad como la invención de la cama. Las hay de todo tipo y para todos los gustos, necesidades y ocasiones. No estoy muy seguro de que realmente existan, pero ya ve usted que hasta “de piedra ha de ser la cama”. Lo cierto es que las hay de agua, cuadradas, redondas, colgantes, en litera, con base, sin base, blandas, duras y hasta en forma de bolsa para dormir tirado en el suelo.

Usualmente, las cosas que inventamos sirven para una sola cosa. Por ejemplo, aunque se parezcan y lo intente, no usted podrá preparar las palomitas en la tele ni ver una película en el horno de microondas. Durante siglos y hasta nuestra novísima era multimedia, todo lo que la humanidad inventó servía para una sola cosa. Sólo la cama nos sirvió para tantos y tan importantes asuntos. Es empeño de tiempo reciente ese que se nos ha dado por inventar instrumentos que sirven para asuntos diversos, al grado que ahora tenemos extraños teléfonos que lo mismo nos comunican que nos ofrecen mensajes como telegramas instantáneos, música o nos registran en fotografías y videos.

La cama, en cambio, es sublimemente versátil. En ella descansamos con nuestro propio cuerpo lo mismo que nos cansamos en el cuerpo ajeno; nos ilustramos con lecturas edificantes, o nos embrutecemos con la televisión enajenante; nos quedamos inmóviles como yogas en trance, o brincamos como niños ultravitaminados. En la cama encontramos el refugio para la íntima reflexión y el amor mas pleno: para la exploración de los sentimientos humanos y el sentido de la vida. ¿O acaso usted no consulta con su almohada los asuntos mas importantes de su vida?

En la cama, los seres humanos nacemos, nos alimentamos, nos reproducimos y nos morimos. Hay quienes incluso nacen y mueren en una cama. Algunos, los mas afortunados, lo hacen en la misma cama. Ellos fueron los elegidos.

En una cama pasamos al menos un tercio de nuestras vidas. Allí vivimos nuestras realidades más intensas y nuestros sueños más elevados. Bendito invento al que debemos buena parte de lo que somos. Bien vendría guardarles la consideración debida. Por eso, ahora dedicamos nuestro dormingo a su reivindicación.

Pruebe usted, amable lector, leer estas líneas tendido en su propia cama. Dispóngala como el recinto sagrado que es y prepárese para encontrar parte de su propia existencia en el cobijo cálido que le procura. Si es el caso, acompañe este momento íntimo con un buen café de Uruapan. Verá cómo todo cambia de color y estará listo para acometer todo este espléndido día de domingo en su vida. Así sea.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán del 1 de agosto del 2010)

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