martes, junio 01, 2010

Calor

Atroz. Implacable, propiamente infame. Pegajoso y empalagoso que se te aferra como una epidermis de seco sebo hirviente, como una garrapata de posesivo, encimado y siniestro abrazo embrutecedor. Sofocante como una bolsa de plástico asfixiante y sudorosa que te atrapa en su interior y no te deja salir, no te deja respirar, no te deja mover ni escapar.

Escurridizo, invade todo metiéndose por la rendija de las puertas y ventanas, por las aberturas de cortinas y persianas, por todos los mínimos resquicios, por minúsculos que parezcan frente a su gigante monstruosidad.

Implacable a tal grado que no puedes dejar que se vaya la noche, ni su madrugada con esa frescura que solo los trasnochados disfrutan sin percibir, ni que se vaya la oscuridad porque de inmediato el poco frescor de las sombras huye con las primeras horas de la mañana despavorido ante su invasión tremebunda y te deja inerme, te abandona incauto y te desecha desprovisto ante su embate de marabunta devoradora y feroz.

Trasportado por un sol inmisericorde que quema, que ciega, que somete, se nos va expandiendo, explotando, expoliando, conforme avanzan las horas hasta que ya por la tarde se vuelve total y brutal, loco y enloquecedor apoderándose de todo y poseyendo todo, hasta nuestra voluntad que entonces deviene en plasma amorfa sumergida en la sustancia viscosa en que se transforma nuestra masa encefálica cocida en una cavidad craneal que es ya olla en ebullición, como géiser, como volcán, como tifón de lava que destroza el ánimo y anula a su corpóreo soporte, transformándonos en cosa sin causa, en existencia sin presencia, en náusea hedionda.

Bestia omnipresente que hace de todo aquello que signifique encierro humano se convierta en verdadera amenaza a su sobrevivencia o sentencia criminal para su exhausta sobrevivencia.

Así es, así se presenta, así se nos materializa este calor inmundo que ahora invade a nuestra Morelia abatida y que es cosa insufrible porque aquí no hay mar, ni brisa, ni cosa refrescante que se le parezca.

Todo parece indicar que este calor infame que ahora se nos echó todo encima nos va a matar como a suspiros sofocados. Maldito calor que quema, nada bueno trae como no esa ropa ligera y aquella mirada fresca con que tu humedad me salva.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 30 de junio del 2010. La viñeta es de la grande Ana Lucía Solís, Colibrí)

No hay comentarios: