sábado, mayo 22, 2010

Al calor del calor (Ensayo sobre el fin y principio de la civilización)

Asumámoslo: fracasamos. Todos estos miles de años fueron en balde. No lo logramos. Ni dominamos a la naturaleza, ni controlamos nuestros instintos, ni redimimos la historia, ni consagramos la felicidad. Fracasamos. En su lugar, estamos a punto de cargarnos el medio ambiente como virus infectos y nos volvimos más bestiales, sólo que ahora además estresados y vacíos. Quisimos ir por el futuro y terminamos todos en el buró de crédito.

Ni la piedra, ni la rueda, ni el genoma nos sirvieron. No logramos garantizar alimento para todos los cuerpos ni alegría para todos los espíritus. Los dioses nos abandonaron cuando nos perdimos en medio del fuego viejo.

Por eso también hace tanto calor. El calentamiento planetario lo volvimos sobrecalentamiento global y la búsqueda del paraíso perdido terminó extraviada. Al calor del mundo le atizamos el color del agobio.

Hace calor, mucho calor. Algo hay que hacer. Vayamos con el profesor Proust en búsqueda del tiempo perdido. Por eso yo propongo algo con toda seriedad: asumamos que fracasó nuestro intento. Este es el fin y principio de nuestra civilización: dejémonos de sofismas sofisticados y encuerémonos.

Es en serio: propongo que nos dejemos de historias, nos encueremos y nos subamos de nuevo a los árboles de los que nunca nos debimos haber bajado. Dejemos que nos vuelva a salir bello vello por todos lados. Peludos, coludos y rabones, vayamos a por el sentido de la vida donde lo abandonamos un día de abril. Dediquémonos a reproducirnos alegremente y a alimentarnos de frutos y raíces. Si alguien quiere, tráigase un buen mezcal, un tinto de la Ribera del Duero, el Quijote de la Mancha, los lentes de Lennon y un bife de chorizo para que no se nos olvide lo poco que aprendimos bien. Como en el Zohar, un Kerubiel del Valle de Guadalupe bien nos podría guiar en el camino de vuelta a casa, como en los viejos tiempos.

Ya sé que no me van a creer, pero lo digo en serio: al calor del calor, fundemos el Movimiento Moreliano de Liberación Racional. Todavía quedan unos pocos arbolitos por la meseta y hay por allí algún que otro hermoso lago con su princesita escondida. Vayamos antes de que sea demasiado tarde y el calor nos derrita la poca voluntad que nos queda bajo el azoro del desasosiego y la perplejidad de tanto milenio humano consumado y consumido. Total: en caliente, ni se siente.

(Dormingo a publicarse en la versión impresa de Cambio de Michoacán del 23 de mayo del 2010)

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