domingo, febrero 07, 2010

Dormingo 7 (Dormingo)

Ocurrente, pendenciero y jugador, burlador de veras. Imaginativo como el que más, ágil para el escarceo verbal y los embates incandescentes del albur y su pirotecnia siempre sexuada. Presto para el piropo cachondo o el envoltorio más barroco de cuanta galanura es dable en las lindes propias del encantamiento y el cortejo. Puede que chiquito, pero siempre picoso, es más: puede que chiquito, pero al fin rinconero. Chocarrero y seductor, no necesariamente embustero. También suave y tierno, convocador y enloquecedor, como ojitos de papel volando, como ese lunar que tienes, cielito lindo, junto a la boca. Así, con todos esos atributos es el ánimo mexicano que da forma a nuestra fenomenología del relajo.

Y para la expresión, consagración y disfrute de ese ánimo socarrón y relajiento, pocos días tan propicios como el de hoy: domingo siete.

Cargado de cualquier cantidad de significados asociados orgánicamente a nuestra devoción por el sortilegio y la imaginación surrealista, con su cabalística reunión de séptimo día en séptimo número, el domingo siete ha felizmente abandonado su vínculo original con la suerte de aquellos compadres buscadores de fortuna que cuenta la tradición (uno premiado por sumar su rima de “jueves, viernes, sábado: seis” al original canto de brujas de “lunes, martes, miércoles: tres”; el otro castigado por salir con su “domingo siete” que en nada rimó y su pena colmó) y nos remite ahora al encanto inocente pero devastador de aquella joven doncella que nos sale con el chistecito juguetón de haberse comido la torta antes del recreo.

Lejos de su origen edificante y aleccionador, hoy nuestra historia mexicana del domingo siete se acerca más al perfil de día óptimo para el fenómeno del relajo socarrón, juguetón con nuestra sexualidad usual, social e hipócritamente reprimida, liberador de nuestras taras y trabas para la socialización abierta y cordial.

Por eso es este Dormingo 7 uno que convoca a disfrutar este domingo siete sin reservas ni temor. Aún a pesar de las desgracias que nos cercan, un poco de audacia y, por qué no, quizá un poco de miradas y sonrisas fuera del límite; algo que nos haga recordar que estamos vivos y seguimos siendo seres sensibles, imaginativos, chocarreros. Total, todavía no el mundo, pero sí la semana se va acabar. Ya mañana será otro día. Pero hoy es domingo siete, ¡yupi!.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán del domingo siete de febrero del 2010)

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