lunes, enero 18, 2010

Hablarles de Amor (Dormingo)

Pasito a paso, mis hijas Naty y Vale se van acercando al amor. Las veo próximas a transgredir la delicada frontera de la ternura protegida de la niñez y asomarse a la vorágine vital del amor adulto, siempre expuesto a la intemperie irredenta de la felicidad más plena y el dolor más profundo. Ahora que las veo crecer, me gustaría hablarles de amor. Hablarles de cómo se vive en amor y cómo se transita por el desamor, estaciones diversas que son una misma en el paisaje de la vida verdadera.

Me gustaría explicarles lo lindo que es estar enamorado. Lo increíble que es estar enamorándose. Y lo difícil que es conservarse amoroso. No quisiera, pero sé que también tendría que compartirles cómo se siente el desamor, que invariablemente se presenta como un abismo absoluto entre dos amores. Decirles que también del dolor se aprende, incluso más que de la euforia. Que solo podemos advertir, reconocer y vivir la alegría del amor si alguna vez padecemos la desolación del desamor.

Me gustaría decirles que sí es cierto que el amor es como una plantita. Que hay que regarla, acercarla al sol, cuidarla, podarla y hasta hablarle y cantarle. Que la ternura y el respeto son la savia que la alimentan. Que el diálogo es la fuerza de su tallo. Que el entendimiento, la paciencia y la tolerancia son el único abono que vale. Que el compromiso es la tierra que arraiga sus raíces. Que la pasión es el brillo de su presencia y aromas gratos. Y me gustaría también decirles que, como cualquier plantita, también se puede entristecer, se puede secar, se puede morir.

Me gustaría ponerme escolástico y decirles que el amor es la única energía que sí se crea, que sí se destruye y que también se transforma. Que hay que saber recibirla cuando llega y saber despedirla cuando se va. Que hay que procurar advertir sus cambios y mutaciones para cambiar y mutar con él. Que hay que luchar para que el amor sea para toda la vida y que se puede lograr, se debe lograr. Que la fórmula para conservar por siempre esta energía encendida es cambiar para permanecer, para trascender, para nutrir la eternidad.

Me gustaría hablarles de amor y decirles que algún día se enamorarán perdidamente, como su padre lo ha hecho. Que me gustaría que ese día me recordaran y me concedieran la gracia de recuperar mis consejos de centinela amoroso. Por eso ahora les escribo, mientras mis palabras aguardan anidar en su espíritu cuando les hable de amor.

5 comentarios:

José Manuel Gómez Porchini dijo...

Felicidades!! Unos textos maravillosos.

Carlos González Martínez dijo...

Estimado José Manuel,

gracias por tu visita, lectura y comentarios. Veo que me visitas desde Monterrey. Allí viven mis hijas. Gran ciudad. Un abrazo,

Carlos

Anónimo dijo...

??

José Manuel Gómez Porchini dijo...

Carlos:

Agradezco tu gentileza de contestar. Estoy a tus órdenes aquí en Monterrey y me gustaría visitar Morelia ahora que vengo lo de la Academia de Derecho del Trabajo, pero no tengo las fechas. Me podrás auxiliar a conseguirlas? Mi correo es jmgomezporchini@gmail.com

Carlos González Martínez dijo...

Estimado José Manuel,

Con gusto te ayudo a conseguir la información que necesitas. Sólo necesito que precises un poco más sobre el evento -supongo- que organizará aquí (Morelia) la Academia de Derecho del Trabajo.

Un abrazo,