domingo, diciembre 06, 2009

El último mes (Dormingo)

Diciembre llega con su ánimo festivo y renovador. Absortos y absorbidos por nuestro frenesí cronofílico, pensamos que éste, el último mes del año, ocasión propicia es para concluir un ciclo y prepararnos para uno nuevo en ánimo dispuesto para el regocijo y la reinvención. Mágica y simbólicamente, en razón de nuestra aspiración omnicomprensiva hemos llegado al punto de querer pautar el tiempo y con ello poner ritmo y, a veces, cadencia a nuestro propio recorrido vital.

En el anhelo por la eternidad, concluimos incluso que podemos renovar y transformar nuestra circunstancia y destino, como si de alfareros en torno se tratara. Así vamos locos de contentos en pos de un escalón más, en esta vida nuestra de cada día que nos imponemos como una línea ascendente hacia la nada que nos espera definitiva y definidamente.

De súbito, todas las angustias y todos los quebrantos se disipan y en su lugar colgamos esferitas y prendemos lucecitas que evocan el cielo multicolor que deseáramos para las noches impasibles de los días tremendos en que nos tocó vivir. Familia y amistad se funden en aparición meta bíblica en torno a la cual centramos el punto de gravedad de los días y sus horas, las manecillas con que nos abrazamos al mundo y sus verdaderas delicias. Diciembre es un puerto marino para el barquito de papel en el que vamos trepados con toda nuestra tropa en tropel y tropelía.

Pero ni las penurias ni sus sinsabores realmente se disipan, sólo se disuelven en medio de un instinto felizmente recuperado como derecho a la alegría, como aspiración a la bondad, como reivindicación de la caricia humana y su tacto emancipador y protector.

Bajo un árbol, todos nos guarecemos y hacemos listas de reconstrucción en forma de propósitos y metas netas. En su tronco quedan grabados aromas y momentos, como suspiros de ponche y sueños de buñuelos en miel de abeja de girasol. No hay más quebranto que el de una piñata cargada de dulces y frutos, como beso de mamá.

Un nacimiento da cuenta del alumbramiento reivindicador y allí nos acurrucamos todos, prendidos como luciérnagas en el calendario y su horario: a punto de volar, a punto de reunión, a punto de turrón. Diciembre como ocasión de fiesta y renovación. Diciembre como el último mes, como el primer deseo, como la primera idea. ¿Por qué no lo traemos para todos los días y sus amaneceres?

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 6 de diciembre del 2009)

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