sábado, noviembre 07, 2009

Redonda Algarabía (Dormingo)

Con respeto y cariño, a la memoria del buen Noé Alcalá

Hoy vienen los PUMAS. Juegan con el Morelia en el Morelos. ¡Vaya entresijo! Ya sé que el Morelia trae ritmo de campeón y que los PUMAS han logrado el nada honroso record de conseguir el peor campeonato que campeón alguno hubiere tenido después de conquistar el título, con todo y su copota y cachito de gloria.

O sea, que me parece que iré al estadio con mi entrañable General Reynoso sólo con la intensión de sucumbir al éxtasis de la redonda algarabía: la que consagra nuestra irredenta afición por el relajo tumultuario, en esta ocasión convocante de más de treinta mil almas con sus respectivos cuerpecitos, todos apiñados en torno de 22 camaradas que correrán tras el balón con el ánimo –espero- de entusiasmarnos hasta el gozo de sabernos parte de una tribu que goza y sabe cómo hacerlo.

No sé gran cosa de futbol (quizá por eso le voy a los PUMAS, ja!), ni guardo mayor esperanza que ver un buen partido de futbol y quizá celebrar con mis amigos monarcas el triunfo de su equipo rumbo al campeonato. Por eso tampoco voy a escribir de futbol (para eso está mi insuperable Salvador Barajas) sino sólo celebrar que nuestra organización social y cultura hedonista nos brinde este dorminguero medio día para sentirnos parte de algo grande, como una hinchada de miles y miles, en medio de tanto desastre como el de un país cuyo presidente tiene que anunciarle que los quebrantos de la recesión terminaron sin que se haya dado cuenta.

Ir al estadio en búsqueda de la reconciliación con el otro bien en el júbilo de identificarlo plásticamente como parte de la masa humana de la que forma uno parte o bien aunque sea a expensas de reconocerlo como rival, como adversario, al que hay que redimir metiéndole pelotitas entre las redes. Ir al estadio con la alegría sentir a la Universidad fuera del claustro pero dentro del espíritu por el que habla y juega la raza, la de esos muchachos locos, como mi hermana Lili y la banda de la Shan, la que brinca, la que corre, la que canta, la que te implora una y otra vez: “¿cómo no te voy a querer?”.

Con mi gran tocayo, Bero y su prole, incluso con la pequeña PUMA que anida en el vientre de su madre, pienso seriamente ir al estadio y salir de él jubilosos, locos de contentos y bajarme del mundo, asumiéndome como vehemente aficionado al relajo de la redonda algarabía, convencido con el preclaro Juan Villoro de que “es posible que futbol represente la última frontera legítima de la intransigencia emocional”. Así sea.

Por lo pronto: a gozar, que ya después habrá tiempo para pagar el 16% del IVA, el 30% del ISR y las tenencias de nuestros carcamanes. Todo fuera cómo esa intransigencia emocional que, en otras canchas, nos permite ser emotivamente intransigentes.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán del 8 de noviembre del 2009)

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