domingo, noviembre 01, 2009

Extravío (Dormingo)

Vago sin desvarío. Navego con norte pero sin rumbo, voy hacia el fin de este mundo plano que un día en verdad nos creímos que era redondo: el punto de no retorno donde me regreso. Hay en la intensión un propósito, pero el espíritu es creativo y el teclado enorme: no hay escapatoria para este horizonte ancho, abierto, proclive. Sé dónde encontrarte, pero no sé dónde estoy. Puede ser que todo haya comenzado por terminarse. O quizá todo terminó por comenzar. No lo sé. Este río tiene cauce, pero este vértigo marea. ¿Y la brújula?. Vago sin desvarío.

Hay aquí alguna pistas: estrellas, noche, un poco de frío, aromas, un teléfono. ¿Y la brújula? Una emoción, un recuerdo del porvenir, un suspiro que se quedó esperando, un beso que espera su turno, todas las excusas del perdón no concedido, ni esperado, ni –en el fondo- deseado. ¿Y la brújula?. Se quedó en el navío, a la deriva, en el océano, navegando. ¿Naufragará?. No lo sé de cierto, lo supongo. ¿Y si la rescatan? Se salvará. ¿Y si no?...

Mientras, la noche avanza y el amanecer se arrima. Como tu, como yo. ¿Y si después de la planicie del mundo viene la cascada hacia ninguna parte? “Nadaremos”, responde la voz eterna. ¿Pero y si no encuentro la orilla? “Nadaremos”. ¿Y si no hay orilla?. “Nadaremos”. ¡Coño: no sé nadar!. Pero sí buceo. ¿Puedo bucear?. No lo sé, quizá todo sea un sueño. “Nada más nadaremos”. ¿Y si no despertamos y nos quedamos soñando?.

Ahora lo entiendo todo: no hay nada que entender. Sólo sentir. Es el extravío de la razón, la sublimación del entendimiento. Por eso no entiendo nada, pero siento todo. Y tú: ¿ya te despertaste?. ¿O sigues dormida?. ¿Acaso soñando?. ¿Acaso en el ocaso?.

Yo ahora lo sé: he comenzado a entenderte, a recibirte, aquí, en mi residencia del extravío. ¿Vienes o voy?. No lo sé de cierto: vago sin desvarío.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán del 1o de noviembre del 2009)

2 comentarios:

Juan García Tapia dijo...

Sin demérito, desde luego, de ninguno de tus otros escritos, me parece que cada vez te afianzas más con seguridad, brillantez y elocuencia en lo que se llama "el estilo propio". Un estilo que no tiene más que gustar a (casi) todos.
Hay que saber cambiarse de cerebro: por un rato, el de abogado (en mi caso); luego, el de literato. Es raro que al final del día uno acabe cuerdo.
Por eso es que alcanzo a apreciar el difícil profesionalismo que inviertes en tus dos facetas.
Recibe un abrazo.
Juan GT.

Carlos González Martínez dijo...

Mi estimado Juan!!!
Mil gracias de nuevo por tu lectura y tus comentarios. Estoy completamente de acuerdo en la dificultad de cambiarse de cerebro... lo que no sé es si al final de los días realmente acabe cuerdo, ja!
Va otro grande abrazo,
Carlos