domingo, octubre 11, 2009

El discreto encanto de la sutileza (Dormingo)

Pasar suave como brisa y permanecer intenso como huracán. Pasar ligero como volando y dejar surco como sembrando. Pasar discreto y dejar huella, firma, rastro. Pasar y quedarse. Como si nada, como si todo, como si impronta que importa y porta.

Así de grave y profundo: sutil. Así de definitivo y sugerido: hacer que lo se hace con fineza de arista, con dedicación de artista, con esmero de artesano. Poner en cada acto, cada hecho, cada idea un mucho de lo que de sustantivo tiene nuestro verbo y predicado. Dejar la vida en la vida y no para la muerte; como torero de capote gentil en tarde diáfana y solemne, inmortal. Encontrar en la sutileza, en lo sutil, la fuerza tremenda de lo definitivo, de lo decantado y delicado. Saber que lo sutil no es carencia de fuerza, sino sublimación suya.

Así de convencidos, así de invencidos, como aquellos que saben que a este limbo hemos sido traídos a crear como creadores, que por eso hechos fuimos a imagen y semejanza de nuestro creador. A tomar la vida en serio y divertirse como niños que se hicieron adultos, y no a aburrirse como adultos que un día fueron niños. A guardar la imaginación como bandera y blandirla como estandarte a cada instante. A soñar que no nos hemos dormido, que aún queda en nuestro tacto la magia de la creación.

Saber que somos los nuevos y perennes reyes Midas. Todo lo que tocamos se vuelve tesoro. Y todo lo que vemos y hacemos ver; todo lo que escuchamos y hacemos escuchar; todo lo que saboreamos y hacemos saborear; todo lo que olfateamos y hacemos olfatear; todo lo que sentimos y hacemos sentir. Todo en lo que nuestra humana naturaleza se crea y se recrea, tesoro y fruto divino es. Por eso comprometidos con nuestras obras debemos quedar, como Prometeo liberado, como ser que hace lo que dice y dice lo que piensa.

Por eso cuidadosos debemos ser con nuestra existencia: saber que en el detalle último, en la pincelada final, en el postrero pase del cincel, en el punto final que a cada cosa pongamos está el delicado trazo de nuestra firma, de nuestra personalidad, de nuestra presencia. Saber que en lo que hacemos, en lo que creamos con sólo existir, va nuestra el reconocimiento propio y ajeno de nuestra coexistencia: creación y recreación.

Al saludarle, al mirarle a los ojos, al abrirle la puerta y darle paso a nuestra creación, cualquiera que sea, todo el esmero, todo el cuidado, todo el empeño son insuficientes. En ellos radica la fuerza de nuestra creación, el discreto encanto de la sutileza. Como aquel beso de nube con el que un día fundaste el universo incandescente de la inspiración.

(Dormingo publicado en la edición impresa de Cambio de Michoacán el 11 de octubre del 2009)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como diría Edward Lorenz: "El aleteo de una mariposa en Hong Kong puede crear un terremoto en Nueva York".
Laura

Carlos González Martínez dijo...

Claro!! Ahora imagina lo que puede lograr el aleteo único de un colibrí!!!
Saludos y gracias por leerme!