domingo, septiembre 27, 2009

Fetichismo de la liberación (o de la reivindicación de comprar calzones) (Dormingo)

Primero fueron las minifaldas, el bikini y el pelo corto. Luego vinieron otros atuendos, como incluso trajes “sastres”, corbatas y todo tipo de uniformes: siniestros como los militares; estridentistas como los deportivos del soccer, el judo o hasta el box; térmicos y anchos como los de bomberos, socorristas y rescatistas; imponentes como los de policías, grupos antimotines y comandos especiales; luminosos como los de luces de los toreros, y; hasta rústicos como los de albañiles, taxistas y plomeros. Todos eran exteriores.

Más adelante vinieron otros, como la celebrable negativa de no portar sostén o, en su caso, la conmemorable vocación de usarlo con todo tipo de encajes y dispositivos más aptos para el escote que para el sostén, propiamente dicho. También llegaron el abandono de las medias, con la lamentabilísima pérdida de sus ligueros, y la civilizatoria evolución de los calzones también propiamente dichos hacia las tangas y de allí al pináculo (sin albur) de los bien llamados “hilos dentales”. Todos ellos interiores.

Así y poco a poco las prendas del vestido de las mujeres fueron dejando de solamente serlo y se convirtieron en símbolos que denotaban una actitud ante la vida; ante sí mismas y ante sus inevitables, impresentables e irreductibles varones.

Fue así como surgió el fetichismo indumentario de la liberación femenina, en el que la ropa dejó de tener sólo un uso y adquirió un significado. A su aparición, presencia y evolución se han ofrendado toda suerte de atuendos y accesorios, incluyéndose la sutil determinación de materiales, formas y colores; como el esmalte negro para uñas, los incomprensibles piercing’s y la simple y contundente renuncia a maquillaje alguno. Toda esta tendencia contemporánea es posible registrarla en la extensa población de un inventario censal por hacerse.

Por lo pronto puede afirmarse que ahora, junto al fetichismo de las cosas está la reivindicación de los comportamientos que las acompañan. Por ello, frecuente es en nuestros días y tertulias escuchar entre las mujeres jóvenes de la edad adulta contemporánea y que se encuentran en situación de pareja, cualquiera que sea su estado civil, que ellas se compran sus calzones. Ahora ya no sólo cuenta qué tipo de bragas usen, sino quién las compra. La frase “yo me compro mis calzones” es ahora estandarte de una lucha libertaria femenina que comenzó escribiendo poesía con pseudónimo varonil o desde el claustro de un convento, y que desde entonces y hasta hora siempre ha radicado con radicalidad en la defensa, reivindicación y liberación de sus espacios más íntimos y sus potencialidades externas.

Que ellas se compren sus propios calzones con su propio dinero que obtienen de su propio trabajo representa no sólo el hecho de comprar calzones, sino el significado de comprar calzones: independencia y autosuficiencia, respeto por sí y soberanía de sí, atributos de la mujer contemporánea; la que compra sus propios calzones y los porta con honorable libertad. Ahora el fetichismo libertario está no sólo en las cosas, sino en los gestos, y está muy bien. Chido.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 27 de septiembre del 2009)

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