domingo, septiembre 20, 2009

Adolescencia, pletórica. (Dormingo)

La vida como estandarte, la sonrisa como bandera, la energía como consigna, la comunión como himno. Aparente carencia adjetiva que es en realidad plétora sustantiva. Todo por hacerse, por nacerse, por soñarse; haciéndose todo, naciéndose todo, soñándose todo. Edad absoluta de la vida, quizá la única dónde nada falta y todo sobra.

Del latín adolescere que significa crecer, desarrollarse y no del español adolecer que significa tener o padecer algún defecto, la adolescencia es una etapa de crecimiento y no de carencia. Por ello el y la adolescente son adolescentes y no adolecientes.

Los miramos desde la infancia y no los conocemos. Los vemos desde la adultez y no los comprendemos. Están a la orilla del todo, lejos de la nada. Son personas implosivas en explosión. Su destello creativo nubla nuestra cansada y acomodada mirada. Pensamos, queremos pensar (aunque sea equivocadamente) que son adolecientes porque adolecen de algo que se supone nosotros poseemos aquilatadamente: experiencia.

Y es cierto: carecen de experiencia. Pero a esa edad qué coño importa no tener experiencia, si se tiene la vida entera para experimentar. Para eso justamente se crece y se desarrolla el ser humano adolescente. Lo que a esa edad se necesita son valores, no experiencia, pues la segunda tarde que temprano llegará y su gracia o desgracia de los primeros dependerá si a temprana edad se hubiesen comenzado a asumir.

La adolescencia no adolece salvo de aquello que le es consustancial al ser humano: la plenitud. En cualquier etapa de su corta y frágil vida, la persona siempre está en falta de algo. Si no fuera así sería Dios y sería eterno, dignidad y fatalidad de las que afortunadamente carecemos. A la niñez le hace falta criterio, a la adolescencia le hace falta experiencia, a la adultez la hace falta energía. Todos adolecen, pero pocos crecen y se desarrollan.

En realidad a nuestros adolescentes no les hace falta nada serio, excepto valores y sólo en aquellos casos en que en verdad la desgracia los ha plagado y plagiado, como seguramente ocurre con aquellos siete millones y medio (¡siete millones y medio!) de jóvenes que en este desgraciado país no estudian ni trabajan. Pero lejos de esas vergonzosas patologías sociales, a los adolescentes más bien les sobra vida y energía: potencia. Es tal su abanico de posibilidades que obligados están a seleccionar y optar por caminos diversos de la vida.

Viviendo en la utopía, primera pero no última vez en que los espíritus libertarios la colonizan, pueblan y consagran, nuestros adolescentes son personas absolutas, en creación y pletóricas. Cuidémoslas, comprendámoslas y respetémoslas. De ellas depende el futuro, ése que nunca se nos acabó.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 20 de septiembre del 2009)

3 comentarios:

LaClau dijo...

Mi querido Carlos,
Con que nostalgia nos recuerdas la adolescencia (o aborrecencia como también dicen por ahí). Cierto, hay que cuidarla, pues de ella depende el futuro. ¿en qué momento la dejamos ir, o será que está escondida en algún lugar de nuestros diarios?
Un beso con el cariño que sabes,

LaClau dijo...

Carlicérrimos,
Ya se publicó tu segunda colaboración en Mujeres Construyendo y tienes que leer a tu Club de Fans.....
Otro beso,

Carlos González Martínez dijo...

Claudicérrima!!
Es un honor y una delicia tenerte por aquí... gracias por tu lectura y comentarios. Ya pasé por Mujeres Construyendo y leí los comentarios de las chicas que se decidieron a dejarlos... son muy gentiles!!!! Que padre que algunas de ellas hayan decidido reenviar o re-publicar el texto!!
Mil gracias y mil besos!