martes, julio 14, 2009

La verdadera causa (dormingo)

Se llamaba Sergey Tuganov. Tenía 28 años y era ruso, mecánico de profesión. Ellas son Alina y Natasha, moscovitas excelsas que cuentan en su haber con un puñado de primaveras que no llega a las tres decenas. Eran, son, amigos, muy buenos amigos. Supieron, como ningunos, sublimar la amistad y el éxtasis existencial. Encontraron, como nadie más, la forma de ponerle un verdadero reto a ésto de estar metidos en un cuerpo de carne y hueso: liberar al espíritu mediante la redención de la materia. Lograron, como el que más, que lo demás no fuera lo de menos.

Una buena noche, al amparo de unos cuantos varios vodkas propiciatorios, aún bajo el influjo de la acción y efecto de compartirse sin reparos y en compañía tripartita, lo decidieron: las damas apostarían al caballero que no sería capaz de sostener con ellas un evento amatorio de 12 horas continuas. Cinco mil dólares de por medio y la promesa de echarle, literalmente, toda la carne al asador.

Las jovencitas de esta heroica historia traían (traen, para regocijo humano) sobre su estructura ósea una morfología femenina lo suficientemente bien dotada y distribuida como para animar a cualquiera a intentarlo. Así que el trato fue cerrado y las circunstancias de modo, tiempo y lugar fueron convenidas: harían el amor en el departamento de una de ellas durante 12 horas continuas contadas a partir de las 21:00 horas del viernes 27 de febrero del 2009 y hasta las 09:00 horas del sábado 28 del mismo mes y año, sin más límite que el reloj y la imaginación corpórea. Alabado sea, alabado fue.

Segundos, minutos y horas fueron dedicados para lo que fueron creados: en disposición y honra de la celebración de estar vivos, como métrica exploración del sentido y, en este caso, los sentidos de la vida. Fornicaron sin reserva y sin reserva las niñas debían que saldar su cuenta al niño. “¡Gloria eterna a Sergei!”, grita eufórico un coro de ángeles caídos.

El camarada Tuganov tuvo un par de quebrantos, nada fuera de lo normal en semejante encomienda. Casi no lo logra, pero lo logró. Sostuvo durante medio día completo relaciones sexuales ininterrumpidas con un par de amazonas irreverentes y ligeramente salvajes. Todo fue alegría y disfrute, desafíos bestiales y embestidas desafiantes. Fue, por medio día, el hombre más feliz del mundo. Después de ello, murió.

Alguna vez el grande Napoleón Bonaparte escribió que “las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo”. Hoy, el mecánico Tuganov descifra al estratega Napoleón y nos demuestra la huida puede significar incluso que un alma en pena provenga de la gloria.

La autopsia diagnosticó que la muerte del mártir del más puro y cordial hedonismo sobrevino como consecuencia de una sobredosis producida por un curioso cóctel que el prohombre se había preparado con cualquier cantidad de estimulantes y similares del afamado viagra. La verdadera causa de su muerte fueron las medicinas, no el sexo. Obvio. Descanse en paz, se lo merece.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 12 de julio del 2009. La historia, siendo real, se presenta un poco "cuenteada")

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