
Las mujeres son más complejas, los hombres más acomplejados. Por eso a veces (muchas veces), no nos entendemos. O más precisamente: nosotros no las comprendemos... quizá por eso a veces no nos entendemos. Como ahora que no te entiendo.
Oigo tu decir, veo tu actuar, no entiendo tu pensar. Nuestros decodificadores son distintos. Las señales son divergentes. Solo cuando logran converger, hacen sintonía y la luz nace y todo es claridad infinita.
Por eso busco dentro de mí la clave que te descifra, en medio del ruido y la arritmia. Remuevo mis fronteras e intento sobrevolar con tus alas, mirar desde tus paraderos y trascender mis cumbres y borrascas. Navego en esta tempestad y busco el norte de tu soberanía y dignidad. Quiero encontrar el rumbo y poblar tu geografía con una casita de nube y cristal. No quiero perderme, quiero entenderte.
No es fácil. ¿Quién dijo que algo de todo ésto era fácil?. No es fácil, aunque sea sencillo y simple. Sería más llano solamente mirarnos, sentirnos, conectarnos. Entonces complementaríamos nuestras naturalezas distintas, dejaríamos de habitar continentes inconexos y sobre la mar cruzaríamos un puente indestructible con nuestras sensibilidades divergentes. Entonces, ya del otro lado de la orilla, te dialogaría sin decirte: no te entiendo.
(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 28 de junio del 2009)
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