domingo, mayo 31, 2009

Michoacán como síntoma

Mal haríamos en quedarnos con y en la idea de que el “megaoperativo” en Michoacán así como sus implicaciones inician y terminan en el territorio geográfico, político y social de esta entidad de la República. En realidad, los sucesos en torno a Michoacán hoy son, con todas las aristas discursivas, controversias político institucionales y litigios jurídicos que ha acompañado al citado “megaoperativo”, un espejo en el que se refleja el rostro de un país que no quisiéramos ver, ni ser, pero somos.

Treinta detenidos y la presunción de que existan aún más implicados, entre ellos presidentes municipales, funcionarios estatales y hasta un juez, es decir; integrantes de los poderes ejecutivos (emanados de los tres principales partidos políticos nacionales) y judicial de la entidad, se nos presentan ante todos como resultado de una acción federal que ya no se dirigió hacia los miembros de organizaciones criminales sino hacia quienes presuntamente desde el poder público participan por acción u omisión en la protección e incluso aliento de sus actividades ilegales.

Es esta la primera acción masiva que se pretende presentar como una cruzada en contra de la red de protección oficial al narcotráfico. Y su ejecución se ha materializado acompañado de un impresionante despliegue mediático en cuyo intenso debate público faltan, sin embargo, algunos matices. Uno primero resulta ser la convicción de que sería absurdo pensar y decir que sólo en Michoacán y sólo entre sus poderes locales, no así en las dependencias federales asentadas en dicho estado, por ejemplo, ocurre el fenómeno de la protección desde el poder público al narcotráfico. Los sucesos recientes en Morelos, por citar uno de los más recientes, deberían insistirnos en que ello no es así.

Lamentablemente, la vinculación e incluso penetración del crimen organizado en las estructuras formales del Estado mexicano va mucho más allá y con mucho mayor profundidad y alcance que el caso de los funcionarios michoacanos a quienes, por cierto, al momento de escribir estas líneas aún no se les juzga ni encuentra culpables o inocentes.

La lucha contra el narcotráfico es quizá en este momento en nuestro país una de las acciones más urgentes y encomiables, desde una perspectiva histórica y estratégica, solo superada por la necesidad ingente e inaplazable de combatir la pobreza y la desigualdad, germen primitivo del entramado de corrupción, impunidad e ilegalidad que permite la presencia y expansión de las bandas criminales. En esa lucha, la batalla por divorciar al poder público del poder criminal es fundamental. Tan fundamental como hacerlo sin reduccionismos mediáticos, ni politizaciones espurias y sí en cambio con fundamento y ejercicio del Estado de derecho que tanto nos hace falta.

Por ello, resultaría fatal quedarnos con la impresión mediática de que esta batalla nacional tiene como territorio exclusivo el contorno de sólo uno de sus estados. Si se va en serio en el desarrollo de la trama ahora iniciada, el telón que se pretende develar en el escenario michoacano nos podría permitir vislumbrar tras bambalinas las siluetas escurridizas de otros actores, pertrechados en otros varios territorios de los tres niveles municipales, estatales y federal de nuestro gobierno constitucional y de nuestra República, así cómo en sus poderes judicial y, por qué no, también legislativo. Más aún, nos lleva a mirar hacia otros ámbitos empresariales, financieros, de los medios de comunicación y profesionales, donde el narcotráfico ha logrado asentar su base de apoyo, su red de protección y su fuente de supervivencia material.

Es esta en realidad una acción necesaria del Estado Mexicano en pos de su propia depuración y renovación. Uno de los temas pendientes en su transformación legítima y legitimadora de las últimas décadas: el subsuelo profundo de su reforma democrática. Y se antoja solo exitosa si se emprende con integralidad holística, visión estratégica y con los recursos de su fuerza legítima: como política de Estado y no como política de gobierno, o lo que es peor, de gobiernos.

No es ésta ni puede ser ésta la lucha de un gobierno, el federal, en contra de otro u otros estatales y municipales. Tampoco una batalla que se quede en uno sólo de sus órdenes, entre las ramas de uno sólo de sus árboles, sin ver el conjunto del bosque. Por ello Michoacán y las referencias del “megaoperativo” desplegado en su suelo solo puede verse como un síntoma, no como la enfermedad. Ojalá fuese, además, un síntoma no solo de la gravedad del padecimiento, sino de la decisión de enfrentarlo entre todos los que estamos de este lado.

(Texto preparado como artículo de opinión a petición de la página editorial de El Universal)

4 comentarios:

Juan García Tapia dijo...

Y sí... Pumas ganó la final. Inesperadamente: un tanto. Pero la cátedra dio cátedra de nuevo. Me cuesta aterrizar mi entusiasmo y transmitirlo. Fueron los mejores mis años en la UNAM. Se hacía un descuentazo a los alumnos para ver a los Pumas cuando jugaban los viernes por la tarde (recuerdo que el boleto me costaba $7.50). Hasta se podía uno sentar junto a José Ramón. Y beber del refresco o de la "bomba" alcohólica que alguno había logrado introducir.
Sé cómoi te sientes. Casi como que se lo digo al espejo.
¡Arriba los Pumas! ¡Sí, señor!

cristina cortés dijo...

Carlos González: bien por tu artículo. Tema narcotráfico y corrupción van de la mano. Por otro lado legalización del consumo de drogas. Por otro lado el superpoder de las dos grandes cadenas televisoras y sus particulares intereses. Por otro lado la ciudadanía ante la "tele" y no en aulas de las escuelas, que marco tan débil para formarse una opinión propia que sea atingente con lo que en realidad sucede. Mientras se sabe si son o no culpables las personas, por lo pronto los pequeños hijos de Irlanda Sánchez y Gabriela Mata ya no quieren ir a la escuela porque gracias a las imágenes de "la tele", son señalados por sus compañeritos porque tienen una mamá "narca", uno de ellos ya de plano no va al kínder. Y este daño moral a los infantes ¿a quién se le cobra? independientemente de todo, los niños qué? Alatorre o Dóriga que me digan algo. Cristina Cortés.

Carlos González Martínez dijo...

Mi querido Juan!!
Pues ya hasta somos campeones, yupi!!!
Igual que tu comparto mi afición por los PUMAS porque en realidad es una afición de vida por la Universidad y la universalidad.
También pasé algunos de mis mejores años en el campus de CU. Era investigador en el Centro de Investigaciones que dirigía don Pablo González Casanova y daba clases en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Acababa de regresar de Madrid y pensaba que la vida sería bella.
Aún no sigo pensando, pero ahora el Olímpico Universitario me queda un poco lejos.
Un abrazo y salud!

Carlos González Martínez dijo...

Cristi!
Gracias por tu visita, tu lectura y tu comentario. Es un honor tenerte por aquí.
Y comparto tu indignación: lo peor de la miseria humana es que pretende hacer miserables a quienes gozan de una dignidad que debiesen ejercer sin cortapisas.
Ojalá los hijos de Irlanda y Gabriela, como los de Nacho y los que vendrán de Citlalli se den cuenta y nos salven, al lado del esfuerzo de todos nosotros.
Un abrazo fraterno.