lunes, diciembre 15, 2008

Construir ciudadanía, esfuerzo colectivo

Ciudadanía es mucho más que el ciudadano o la ciudadana. El menos en México esta distinción es pertinente pues con frecuencia se suele pensar que la ciudadanía es la condición que las personas adquieren al cumplir con los requisitos establecidas en la ley: tener cumplidos 18 años, contar con credencial de elector y tener "un modo honesto de vivir" (what ever it means), entre otros.

Pero lo verdad es que (como bien saben muchos de los gentiles cyberlectores de este blog) la ciudadanía es mucho más que una condición legal. Ciudadanía es una cualidad de las personas y sus comunidades que se asumen consecuentemente como sujetos autónomos y soberanos en el ejercicio del poder público y social. Es, más que el cumplimiento de requisitos formales, propiamente una particular cosmovisión que identifica a la persona y su relación con las demás personas en función de determinados valores que fincan y hacen posible su participación activa en la política.

En nuestro tiempo, esa cosmovisión ciudadana está basada en valores democráticos que arrancan en el pluralismo (que reconoce la diversidad), la tolerancia (que la hace legítima, aceptando a la "otredad" como parte de la circunstancia del yo individual y colectivo), el diálogo (como efectiva relación diálectica que permite la comunicación y el intercambio racional de visiones y opciones), el consenso (que permite construir colectivamente razones generalmente aceptadas como válidas, aunque -desde luego- no únicas) y la legalidad (como forma de consagrar los consensos en normas de observación universal que -por cierto- siempre pueden ser revisitadas y sancionadas como válidas o no en determinados momentos y circunstancias).

Por eso la construcción de ciudadanía es siempre un resultado histórico y fundamentalmente un acervo cultural de las sociedades. Más que una ley es una forma de ser y hacer, basada -como se tiene dicho- al menos en los valores del pluralismo, la tolerancia, el diálogo, el consenso y la legalidad.

De allí que su fomento no dependa de un solo esfuerzo (por ejemplo: el de hacer leyes adecuadas o el de impulsar programas gubernamentales de educación cívica), ni de un solo agente (por ejemplo: los poderes legislativo o ejecutivo). En realidad, su fomento efectivo solo puede ser resultado de la conjunción y combinación de múltiples esfuerzos y de muy diversos agentes (institucionales como los congresos o gobiernos, claro, pero -sobre todo- sociales y públicos, como las propias comunidades y sus organizaciones, así como los medios de comunicación) y siempre como un proceso y no como un producto.

De lo anterior parece celebrable la noticia que se dio a conocer hoy en Michoacán respecto de la conjunción de esfuerzos de distintas organizaciones sociales e instituciones educativas con el gobierno para llevar a cabo diversas iniciativas en favor de la expansión de la ciudadanía y sus formas de participación en los espacios del poder público que, según nuestra Constitución, reside esencial y originalmente en el pueblo.

Feliz coincidencia, además, con el hecho de que en el Congreso del estado existan ya siete iniciativas de ley de participación ciudadana que se dirigen hacia el mismo propósito.

Ojalá todas estas acciones, y muchas más, logren reunirse y converger en un verdadero espíritu democrático para construir ciudadanía en Michoacán y, con ello, en México. Ojalá. Ya veremos.

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