domingo, noviembre 30, 2008

Pretextos de la querencia (dormingo)

Como la bestia en el ruedo y sobre la arena de sol y sangre, el humano busca su querencia cada vez que su mortal condición se lo insinúa y su frágil naturaleza se lo exige.

Es entonces cuando un instinto íntimo e intenso le arrima al hogar, que es como así nombra al sitio donde ubicada tiene su morada y que refiere simbólicamente con el calor de la hoguera que en ella alimenta. Calor que en realidad anida en la calidez de sus quereres, donde quiera que éstos y aquél se encuentren, más aún que en la leña que arde sin más pasión que aquella que suscita a sus mortales espectadores, portadores del calor verdadero que a sus vidas da el amor; llama única y definitiva de la querencia y el hogar. Por eso es que en diferencia de la bestia, en el humano la querencia (y el hogar) es una sensación y no un lugar ni cosa material alguna. Aunque de escapar a la muerte en ambos se trate.

Querencia humana que es necesidad y destino de querer; de querer a los demás, como a sí mismo, como a parte de sí mismo, pues es en ellos que radica también y aún se explica mejor su ser y su existencia. “Yo me celebro y yo me canto. Y todo cuanto diga ahora de mí, lo digo de tí, porque lo que yo tengo lo tienes tu y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también” dijo definitivamente el grande Walt Whitman y dijo bien y para siempre: por los siglos de los siglos.

Por eso es que (quizá sin saberlo ni darse cuenta) para acudir en pos de su querencia, como la bestia a las tablas, el humano busca a los pretextos. El día que recuerda el nacimiento de alguien, como aniversario o como efeméride; el fin o principio de un año que no existe salvo en nuestra inventiva cronofilia; la ocasión en que evento alguno se lleva a cabo; o todas aquellas pequeñas y significativas cosas que se reúnen en torno a un guiso, una mesa y sus efluvios etílicos, pretextos son para reunirnos y en colectivo abrazo decirnos sin palabras que nos queremos.

Linda tradición a la que acudimos alegres en las ocasiones que lo propician. Una simple comida dorminguera, la eventual recepción de un viajero o la realización de tremendas fechas como la cena de fin de año, la graduación de algún escolar o el sacramento de la unión de una de nuestras parejas, se vuelven pretextos para decirnos sin palabras nuestra querencia. Lindos pretextos que de vez en vez debiésemos omitir para decirnos con palabras, con muchas claras, precisas y contundentes palabras que nos queremos; que nos queremos mucho y que queremos querernos para siempre, porque nos celebramos y nos cantamos, y cada átomo de nosotros es nuestro también.

(Dormingo publicado en Cambio de Michoacán el 30 de noviembre del 2008)

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