miércoles, octubre 08, 2008

Describir y explicar a "El Che"


A mi entrañable hijastro le encargaron una tarea sobre el Che. Generoso, se acercó a mí en búsqueda de auxilio y orientación. Con su solicitud inició una travesía que me trae ahora hasta aquí.

Con sus dieciocho años y con mis cuarenta-y-tres, con las épocas que nos ha tocado vivir en las entrañas y cabeza, su interlocución se convirtió en uno de los ejercicios de comunicación generacional y de confrontación circunstancial más estimulante. Hoy, describir quién fue Ernesto Rafael Guevara de la Serna es bastante sencillo, pero explicar ahora a El Che es una osadía temeraria, más si hay que hacerlo a un joven postmilenario de una generación incrédula y desafecta como pocas.

La distancia es suficiente -más de cuarenta años- para desmenuzar la historia, su historia, con limpieza impecable. Allí están todos los datos y las referencias, documentadas hasta las que en algún tiempo clasificadas estuvieron por la CIA y cosas semejantes. Todo o casi todo es ahora público y comprobable. Bastan un par de búsquedas en internet para describir a Ernesto "Che" Guevara.

Pero para explicar a El Che debemos primero confrontarnos con nuestra época, como él lo hizo con la suya, toda proporción guardada. Una cosa señalo con vergüenza pero suficiencia argumentativa: ahora hablar del "hombre nuevo" nos resulta hueco, desproporcionado o cursi. Cuando el concepto tiene ahora tanta vigencia o más que en los años sesenta en que el Che tanto lo enfatizó.

Cierto: ahora lo vemos desprovisto de la carga simbólica, ideológica, emotiva y hasta sentimental con que lo vimos aparecer en el horizonte latinoamericano en la segunda mitad del siglo pasado. Los análisis geoestratégicos y políticos nos han hecho más fríos y, por tanto, más mensos.

Pero con esa misma objetividad deberíamos también acreditar que los indicadores de injusticia y deshumanización se han deteriorado dramáticamente desde entonces y entre nosotros. En una línea continua e histórica, el legado del Che se engarza con el de Jesucristo, Tomás Moro o el Quijote. Sé que suena fuerte y sacrílego para una y otra doctrina, pero si se mira bien y de cerca descubriremos que es la misma causa de deshacer entuertos colectivos y socorrer a los desvalidos, buscando un futuro lo más parecido posible no ya a la felicidad, sino a la alegría, como diría el sabio Savater.

Qué difícil explicar la utopía en esta época de deshumanización eficientista!! Cuánta falta nos hace un poco de sensibilidad, entrega y camaradería desinteresada, de convicción y coraje justiciero, de compromiso humanitario con nuestra humanidad. Cuanta falta el hombre nuevo. Cuánta falta símbolos movilizadores como El Che e ideas fuerza como la Utopía y la hidalga caballería.

4 comentarios:

Juan García Tapia dijo...

¿Sabes? Has creado un blog con un toque humanista, auspiciado por experiencias propias, de un tono familiar que cae bien y bien sube en cuanto a lectores (no lo sabes, pero mis poquísimos lectores prefieren tu blog al mío: asÍ me lo han confesado los ingratos).
Que el Che esto, lo otro o lo de más acá es un asunto de fe. Lo único que yo no entiendo y no me ha cabido en la cabeza es porqué a un médico asmático y medio alocado le dio, en un acto sinceramente suicida, por restregarnos una enseñanza que no hemos de asimilar nunca. No, no lo entiendo.

Carlos González Martínez dijo...

Mil gracias, mi estimado Juan!
Valoro mucho tus palabras de aliento pues sé bien que provienen que alguien que tiene mucha más experiencia que yo en estas lides.
Sobre el Che, estando de acuerdo contigo solo puedo insistir que me parece caótico y desolador que la "real política" y el pragmatismo nos quiera llevar a un sitio donde la pasión de la política quede relegada al oscuro rincón del discurso fácil y no a su desempeño transparente en las conductas que le dan congruencia a la gente y sus organizaciones, independientemente de su filiación ideológica... si es que todavía existe algo como eso...
Un abrazo,
Carlos

Anónimo dijo...

Hola Carlos, me da gusto abrir esta ventana y encontrarme con tus ideas, tus trazos de ideología, los destellos de tu pensamiento que suele invitar al debate con un buen café o un buen vino tinto. Te dejo saludos fraternales. Teo Barajas

Carlos González Martínez dijo...

Mi querido Teo!
Pues que sea con un buen tinto y luego un buen café la conversa propiciatoria, no?
Un grande abrazo,
Carlos