lunes, diciembre 13, 2010

Lennon, treinta años

A Diego Rivera Vivanco, el Beatle
Lentes redondos. Melena de tamaño variable, pero contundencia incólume. Una sonrisa franca y una mirada suave. ¿Los mejores tiempos? todos, pero sobre todo los últimos; cuando desparpajado se dedicó a mostrarse al mundo tal cual era y a mostrar al mundo tal cual era.

Entonces tenía barba, vestía básicamente de blanco y caminaba lento, como con la cabeza en otro lado. Desnudo, tocaba el piano y luchaba contra la guerra, practicaba el multiculturalismo íntimo y fumaba pausadamente. Su música y todo él, se habían decantado con el tiempo, como los buenos vinos. Músico y poeta, era, desde luego, el de las multitudes eufóricas, pero también, bendito sea, el de los solitarios introspectivos: Mamá Julia y la tía Mary. Música para bacanal rocanrolero, letra para un atardecer placentero.

Él y tres de sus mejores amigos cambiaron al mundo, transformando a su generación y marcándonos a muchas otras más. Todo lo que siguió después es una variación sobre sus mismos temas, según dice el maestro Bono. Todavía ahora, treinta años después, hay pocas delicias parecidas a acudir a algunos de sus acetatos. La música de Los Beatles es música clásica.

Hace algún tiempo, un profesor de historia del arte nos dijo que los artistas son las antenas de las sociedades. Ellos perciben antes y mejor que nosotros los asuntos que solemos llamar aspiraciones, preocupaciones, sueños, males, miedos y bondades colectivas. Eso dijo y tenía razón.

Pero pocos de ellos llegan a captar tanto su época que logran convertirse en ella. Se transmutan, se sintetizan, se encarnan. Por ello, en estos días tan descompuestos, tan llenos de gestos y disparates grotescos, tan poco atentos a las bondades de los más, bien se extraña la silueta irreverente del maestro John Lennon.

Buena falta nos hace convencernos con él de que vale la pena imaginar y vivir un mundo mejor. Buena falta nos hace, por tanto, dejar que el juglar épico siga siendo entre nosotros, como un insurrecto nunca clandestino. En su primer tercio de siglo de ausencia presente, al maestro Lennon no hay que homenajearlo, simplemente hay que dejarlo ser. “Let it be”, como a una ondeante bandera insurgente.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 12 de diciembre del 2010. La viñeta es de la grande Ana Lucía Solís, Colibrí)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Carlos, te saludo.

Oye, me gustaría comunicarme contigo vía email pero no conozco el tuyo. Por estos medios no me gusta proporcionar información y por ello te pido que a través de alguno de los amigos de los amigos que compartimos (se oyó medio raro ¿verdá?) preguntes mi dirección electrónica y me escribas o a esos mismos amigos les des el tuyo y me lo envíen. Sé que es extraña esta forma de pedir un simple mailo, pero pos es mejor. Ojalá tengas chance de comunicarte conmigo.

Raúl Mejía