martes, noviembre 02, 2010

Muertos Vivientes

A mi tío Rolando,
que aquí está danzando.


Dulces trazos tiene nuestra cultura que ve a la tragedia como signo vital y a la muerte como fraterna oportunidad de eternidad. Dulces como las transformaciones de nuestra estructura ósea en azucares ornamentales y catrinas monumentales. Dulces como la dulce compañía de quien, irremediablemente, se ha ido a otros puertos pero solo para, incesantemente, cada año regresar para la noche de muertos.

Dulces como el cariño hecho ofrenda que se deja como amor en prenda, como alimento para que el ánima a regresar aprenda.

Dulces como es esperar a los niños primero, que ya después los adultos vendrán por lo mero-mero. Dulces como esa manera de disponer alimento y bebida, que fueron predilección y regocijo del muerto en vida.

Dulces como este pan de huesos y azucares, como este chocolate de agua caliente, como esta noche de fríos y placeres, como estas ganas de estar siempre de ti pendiente.

Dulces derroteros tiene nuestra vida mexicana, que aún concluyendo en este mundo amargo, lleva siempre como alegre encargo, celebrar como vida a la muerte profana.

Son ellos todos juntos, nuestros dulces seres, que aún siendo difuntos, son nuestros muertos vivientes. Bienvenidos y alabados sean.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán del 31 de octubre del 2010. La viñeta es de la grande Ana Lucía Solís, Colibrí)

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