miércoles, septiembre 15, 2010

México Bicentenario

En medio de tanto oropel en tropel e histeria por la historia, bien nos vendría un poco de calma para el alma y reflexión para la acción. México llega al bicentenario y es de hacerse notar que inicia el tricentenario. No todo es pasado. También hay presente y aún hay futuro.

Como no hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla, pues resulta que se nos llegaron las fechas en que habrá de cumplirse el bicentenario del Grito de Dolores Hidalgo y, con él, del inicio de nuestra lucha por la Independencia Nacional. Y se nos llegan así, como se nos han llegado tantas cosas en nuestra singular historia patria: como medio desangeladas, como medio fuera de tiempo o de tono; como que sí, pero no. Tan es así que bien a bien no sabemos si realmente hay algo o no hay nada que celebrar. Hay quienes, esgrimistas certeros de nuestro idioma, llaman a simplemente conmemorar y esquivan con ello los dardos envenados de quienes se resisten a simple y llanamente celebrar.

La Nación, ahora sabedora de su multietnicidad y pluriculturalismo, llega a esta fecha perpleja y, aún pareciera, abatida y exhausta. Siendo un país joven, su patria está agotada y su pueblo desolado. No hay talante de festejo.

Puede ser que esta perplejidad sea porque en realidad hace doscientos años nadie llamó a la independencia nacional, sino a restituir la corona española de Fernando VII, ofendida por Pepe Botella y las armas napoleónicas. Quizá sea porque no sabemos si el Pípila estuvo o no en este planeta y en la Alhóndiga de Granaditas o si es porque la idea y los Sentimientos de la Nación llegaron después. O quizá sea porque no se nos da la gana celebrar una lucha bicentenaria por la libertad y la justicia, en medio de tanta miseria e injusticia, de tanta desigualdad y quebranto, de tanta corrupción e impunidad, de tanto oropel y discursos vanos; en medio de la desvergüenza de escupirnos en la cara la mitad de la población en situación de pobreza, decenas de millones en pobreza extrema, siete millones de jóvenes que no estudian ni trabajan.

Para ello no se hacen revoluciones de independencia. Se hacen para construir naciones soberanas, pueblos en bienestar, estados justicieros, futuros promisorios. Y eso no nos lo hemos dado. Por eso ello no lo podemos celebrar.

Lo que sí podemos celebrar es que esa aspiración de libertad y justicia está en el centro y en el nervio fundamental de nuestra aspiración popular; que anida en el registro histórico, tangible, de una gesta heroica en la que hace doscientos años un puñado de desamparados dieron a luz a los mexicanos, y; que al parecer cada cien años se nos da por hacer algo por lograrla. Venga, pues, el tricentenario con el que habremos, si nos lo proponemos, de celebrar el bicentenario y al ideal justiciero que algún día nuestro habrá de darnos Patria y Libertad. Que así sea.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 12 de septiembre del 2010. La imagen corresponde a la película mexicana El Infierno, de la que mi hermana Lili fue Coordinadora de Producción)

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