sábado, marzo 13, 2010

Pinocho legislador, esperpéntico.

Un Pinocho en la curul. Un diputado poniendo en su lugar a una piñata del célebre personaje caricaturesco porque no pudo, no lo dejaron, ponerla en el de otro. La burla, el escarnio, el oprobio. Un diputado, todos los diputados, haciendo el ridículo. La irresponsable intención de mofarse de sí mismo, haciendo escarnio de todos. ¿Qué acaso no se supone que son los representantes de todos nosotros y se dedican a crear leyes que hacen a las instituciones del Estado?

Entonces, ¿por qué el oprobio, por qué el esperpento?

Don Ramón del Valle Inclán y su “Tirano Banderas” con su “Ruedo Ibérico” paseándose en San Lázaro. El esperpento como forma literaria que deforma la realidad, recargando sus rasgos grotescos, sometiendo a una elaboración muy personal el lenguaje coloquial y desgarrado. El esperpento como forma política con la que la inmensa mayoría de los diputados nos confirman la opinión que tenemos de ellos y, recargando sus rasgos grotescos, con un lenguaje coloquial y desgarrador nos demuestran que ellos también la tienen. En este país casi nadie respeta, ni confía, ni estima a los diputados. Ni ellos mismos.

El esperpento ahora como norma de conducta política, la forma en cómo los “políticos profesionales” se habrán de empeñar en demostrarnos grotescamente sus rasgos grotescos. ¿De qué otra forma pueden conducirse los funcionarios del poder público legislador que son capaces de intercambiar la política fiscal del Estado de una Nación por las cupulares y mutuamente traicionadas componendas político electorales de sus dirigentes?

Ni el polígrafo “detector de mentiras” ni las disculpas pedidas al día siguiente borrarán la imagen y su significado, al continente ni a su contenido. En este país, Pinocho está sentado en una curul y con ello, esperpénticamente está situado en todo su Parlamento. Así será hasta que un día la piñata se reviente y la regeneración se imponga. Entonces, brotarán los frutos de una construcción ciudadana que no acaba de conformarse. Entonces el esperpento será, otra vez, sólo obra de la insigne Generación del ’98 español y no de los legisladores mexicanos. Ojalá.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán del 14 de marzo del 2010)

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