jueves, abril 16, 2009

Obama, en México

Obama está en México. En medio de una gran expectativa y un impresionante despliegue de seguridad, el Presidente de los Estados Unidos de América, Barack Obama, finalmente llegó a tierra mexicana para realizar una visita de poco más de veinticuatro horas en escala hacia su viaje y participación en la V Cumbre de la Organización de Estados Americanos (OEA) a realizarse mañana viernes y el sábado próximo en Trinidad y Tobago.

Esta visita está precedida de diversos antecedentes que es preciso tener en mente para valorar su dimensión y las implicaciones que pudiese tener tanto para la política exterior como para la política interior de nuestro país.

Los primeros y más evidentes son lo que parecen demostrar la importancia que Obama le da a México en su relación con América Latina y que, por tanto, implican quizá una nueva oportunidad para la política exterior mexicana y su perdido liderazgo en la región latinoamericana.

En efecto, no debemos olvidar que el primer presidente latinoamericano en reunirse con Obama lo fue Felipe Calderón, con quien se entrevistó incluso antes de tomar posesión.

Un segundo elemento lo constituye la misma visita de hoy que se realiza, como ya se dijo, incluso antes de que Obama llegara a cualquier otro país de la región ya con su envestidura presidencial y que implica una deferencia hecha antes de participar en la reunión cumbre de jefes de estado y gobierno de las Américas, a la que, por cierto, arribará con la expectativa que ha causado la primera flexibilización de su gobierno en torno al bloqueo económico impuesto a Cuba desde hace ya casi medio siglo y con el anuncio del desmantelamiento de la prisión que los Estados Unidos sostienen en Guantánamo como enclave externo en la Isla.

Si nuestra lectura es correcta, Obama está invitando a México para que recupere el lugar de liderazgo regional que perdió en la última década y que han venido ocupando países como Brasil, Argentina e incluso Venezuela y Bolivia.

La segunda implicación es la que tiene que ver con la política interior y no resulta tan grata o promisoria, sino más bien preocupante y que, por tanto, requiere una atención nacional aún más cuidadosa.

No olvidemos que hace unas pocas semanas desde esferas oficiales del gobierno norteamericano se alentó y cobijó la idea de que en México sufríamos de la presencia de un “Estado Fallido” en referencia a su incapacidad para enfrentar la violencia y los desafíos desestabilizadores del narcotráfico y el crimen organizado. Más aún, hubo quien desde el Departamento de Estado señaló que había partes de territorio mexicano que no controlaba el Estado.

Este exabrupto que no vale la pena discutir ahora, debe llamarnos la atención sobre un asunto de sobra conocido: la situación interna de México es leída como un problema de seguridad nacional para los Estados Unidos, y si el imperio siente que su seguridad está realmente amenazada, no dudará en hacer sentir y ejercer su poderío.

Por ello no debemos dejarnos llevar solo con nuestra fascinación colonizada ante la parafernalia, los vistosos despliegues y las buenas maneras del poderoso vecino, también debemos buscar leer con destreza sus intenciones y prepararnos para una nueva etapa de relaciones entre dos países con notables desigualdades pero con dos naciones igualmente soberanas que deben tratarse con respeto e inteligencia.

Ya veremos la próxima semana, cuáles fueron los saldos de este primer nuevo episodio.

(Comentario emitido en el programa radiofónico "La Mesa" de Michoacán, el 16 de abril del 2009)(La fotografía es del grande Ulises Castellanos)

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