jueves, febrero 12, 2009

Baño de Vapor (dormingo)


Residencia terrestre perfectamente diseñada para el hábitat de espíritus cósmicos, el cuerpo humano es una fabulosa creación en la que todo está dispuesto en increíble integralidad. Todo en él sirve para algo, todo tiene una función y una explicación. Nada sobra, nada falta. Y todo está dispuesto para que en aquella residencia los espíritus gocen y sufran los sensaciones y sentimientos con el que van hilvanando aquél suceso maravilloso que hemos dado por llamar vida.

Es la materia en la que anida la indescifrada energía de nuestra frágil y a la vez poderosa existencia. La carne del alma. La misma que pocas veces comprendemos y atendemos como humanamente se merece. Locos, lo sometemos, al cuerpo, a jornadas intensas y suministros intoxicantes. Irresponsablemente lo vamos socavando hasta que nos lo terminamos, no pocas veces olvidado y enfermo.

Por eso celebrables son los inventos que nos hemos procurado para procurarlo. Entre ellos, el baño de vapor. Tan simple como la alegre costumbre milenaria de encontrar algún refugio cerrado en el cual depositar un montón de piedras calientes y verter sobre ellas el vital líquido del que obtenemos calor y vapor. Desde el Temascal hasta los públicos y los privados (como si de las más excelsas virtudes se tratara), pasando por los romanos, los turcos y los de otras muchas latitudes, estos singulares baños se nos han dado como verdaderas estaciones de reciclamiento corpóreo y espiritual. Etéreos como son, ayudan como ninguno a la materialidad de nuestros quebrantos y sosiegos.

Pocas cosas para un cuerpo abatido como llevarlo a un buen baño de vapor. Solo la generosa hospitalidad de otro cuerpo bien dispuesto podría reconfortarlo tanto. Pero mientras aquella gloriosa experiencia mística se manifiesta y materializa, nada como introducir a nuestra residencia terrestre por entre los calores, la bruma, la penumbra y la humedad contertulia de un buen baño de vapor, donde además dable es encontrar otros seres en reposo y búsqueda de la reinvención.

Como un líquido ave Fénix, el cuerpo humano que entra al vapor regresa a la sensación original del útero materno. Calor, humedad, confort y protección encuentra allí. Nada más en torno a su epidermis propiciatoria. Por ello, recomendable es acudir a ellos de vez en vez, como si al manantial primigenio se arrimara uno. Hoy, dormingo de gracia, podría ser una buena ocasión para ir, para regresar, para animarse, para reanimarse. La semana ha terminado, podríamos ir a la siguiente en paz. Digo yo.

(Dormingo publicado en la versión impresa de Cambio de Michoacán el 1o. de febrero del 2009)

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