miércoles, octubre 01, 2008

Un nuevo dato, una nueva realidad


Ha terminado el fatídico septiembre mexicano del 2008. Las celebraciones cívicas en las que se enmarcó la barbarie del 15-S han quedado atrás. Ahora solo nos queda nuestra realidad, nuestra nueva realidad. A ella hay que dedicar nuevos esfuerzos. Esfuerzos de comprensión, de acción, de cambio. No podemos, no debemos quedarnos impávidos, como simples espectadores de nuestro propio drama.

Lo primero que hay que aceptar es que toda una nueva circunstancia se nos viene encima. Ya sabíamos que el narcotráfico y sus nutrientes y vertientes de corrupción, impunidad y violencia estaban entre nosotros (nosotros lo hemos cobijado y engendrado como esperpéntico bodrio nacido de nuestras extrañas). Lo que no sabíamos es que también está contra nosotros y que no hay fuerza legítima que pueda verdaderamente evitarlo ni efectivamente ampararnos.

Esa nueva circunstancia es nuestra nueva realidad. Ahora, cuando pensemos nuestro país en las posibilidades de sus futuros deseables, tendremos que pensar en una fuerza que se sobrepone y se impone a las estructuras legítimas y legales de la sociedad: el poder del narcotráfico ya no solo como actor criminal, económico y social, sino también político.

Se acabaron en este país los días en que el narco actuaba en la política de manera subterránea o con testaferros. Ahora actúa también de manera directa. Directo desafía, directo influencía, directo presiona, directo negocia, directo se expresa, directo se manifiesta, directo ejerce su fatídico y fétido poder.

Por eso la "demostración de fuerza del Estado" que vimos en el desfile no solo militar sino militarizado del 30 de septiembre en Morelia, lejos de tranquilizar, intranquiliza. Todo ese despliegue, la presencia misma del Presidente de la República e incluso, aunque sin ese fin premeditado, la misma presencia del heredero de la Corona Española demuestran que el gesto no fue dirigido al pueblo que hubiese querido festejar, pasársela bien como lo ha hecho durante tantos años, sino un mensaje, una comunicación, un siniestro diálogo con las fuerzas oscuras que se revelaron en la noche ingrata del 15-S.

Con su actitud, el Estado Mexicano incluye a las bandas criminales del narcotráfico en la lista de los interlocutores públicos del poder. Y lo peor es que lo hace porque allí están, frente a todos nosotros. Este es un nuevo dato de nuestra realidad. De una realidad que se nos sigue descomponiendo y que se nos seguirá descomponiendo mientras la ciudadanía y su fuerza sigan inertes en su desidia.

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