lunes, septiembre 29, 2008

Amanecer sin ocaso


A dos semanas de la barbarie, un poco más de reflexión...

Estoy convencido de que la barbarie del 15-S significa un punto de no retorno. Quiero tener la esperanza de que también implique un punto de inflexión: que después de la siniestra noche venga un amanecer sin ocaso.

Como en otro septiembre, el de 1985, en el 2008 tuvimos una sacudida, una crisis, una conmoción. En 1985 fue un terremoto, en 2008 un acto terrorista. De la conmoción de 1985 emergió una nueva conciencia nacional: la sociedad civil. Fue entonces cuando comenzamos a aprender en este país que la sociedad podía hacerse cargo de sus asuntos, aún e incluso a pesar de sus gobernantes. Del 2008 podría emerger una condición, más potente, de esa conciencia nacional: la cultura de la legalidad. Que logremos aprender la lección y aprehender sus enseñanzas depende de nosotros, solo de nosotros.

Para explicarme apelo a Leoluca Orlando y su libro "Hacia una cultura de la legalidad. La experiencia siciliana" (Fighting the Mafia and Renewing the Sicilian Culture). Al insistirnos en que la lucha victoriosa que emprendió en su natal Palermo contra la mafia consistió no solo en recursos legales y policiacos sino también, y fundamentalmente, en el terreno de la cultura, Leoluca Orlando nos refiere que después de uno de los últimos atroces asesinatos consentidos por la sociedad a la mafia, en las calles de Palermo apareció un letrero anónimo que señalaba: "Hoy día empieza un amanecer que no tendrá ocaso".

Era un signo que ilustraba el nuevo estado de ánimo de una comunidad que estaba a punto de comenzar a extirparse uno de sus cánceres más ominosos y que solo necesitaba encontrar un horizonte hacia el cual encaminarse. En ese entonces, el ánimo tuvo fundamento en la señas de identidad y pertenencia comunitarias, y el horizonte tuvo rumbo preciso en una cultura del respeto a los demás y a las leyes que ordenan la convivencia colectiva.

De esta forma, junto con las leyes, los policías y los jueces, se promovió el florecimiento de una cultura de convivencia que se había cansado ya del miedo, la corrupción y la impunidad, y que se dispuso a reivindicar sus valores comunitarios y a rescatar sus espacios públicos y territorios.

Ahora que he vuelto a recorrer las calles del centro de nuestra Morelia y me he encontrado con las flores y los letreros dispuestos espontáneamente en el lugar del siniestro atentado, ahora que he recibido decenas de correos electrónicos con mensajes que convocan a la expresión ciudadana y nos increpan a todos para tener cada uno una conducta cotidiana que se aleje de la cínica condición de tener entre nosotros a la corrupción y su impunidad, me pongo a pensar que también aquí nos podemos decidir a extirparnos este siniestro cáncer de la corrupción, la impunidad y el miedo, y encontrar en nuestra cultura y valores una buena razón y un buen soporte para comenzar a perfilar en todos y entre todos una nueva conciencia nacional basada en la cultura de la legalidad y la vida. No será fácil ni rápido, pero será consistente y permanente. Vale la pena intentarlo. ¿O no?

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